Al principio parecía una noche cualquiera en Amérika Disco . El humo denso, las luces estroboscópicas, el olor a transpiración mezclado con perfume barato… todo me resultaba demasiado previsible. El túnel, ese pasillo estrecho escondido en el primer piso, era siempre igual: un pasadizo de carne y sudor donde los cuerpos se buscaban sin nombre ni historia. Yo no esperaba nada distinto esa noche.
Hasta que una mano firme me tomó de la cintura. No la típica caricia tímida, sino un agarre que me arrancó del letargo y me arrastró hacia la escalera. Entre la penumbra y el tumulto apenas podía distinguir quién era, pensé que sería otro idiota más con el ego inflado. Pero al llegar arriba, la luz azulada lo reveló: espalda ancha, ojos claros que parecían atravesar la oscuridad, pelo ondulado que caía con descuido perfecto. Sonrió apenas, sin decir palabra, y me devoró la boca como si me hubiera estado esperando.
Había algo distinto en él. No era yo quien marcaba el ritmo, era él. Sus besos eran invasivos, su
lengua buscaba la mía con una urgencia que rozaba lo violento. Me acorraló contra la pared y me
rodeó con sus brazos, impregnándome con un perfume intenso, casi animal, que se mezclaba con su
saliva. Me sentía atrapado, pero no quería soltarme.
En un momento me mira, vuelve a sonreír y me agarra la cabeza para que baje a chuparle la verga.
Seguramente habré pensado “este cree que soy un putito más”
– no me cabe chuparla, disculpá– llegué a decirle pensando que se iría a buscar otro pibe, pero mi sorpresa
fue que pasó todo lo contrario
– no hay drama, me llamo Nico – me contestó con una sonrisa y automáticamente nuestras lenguas se entrelazaron.
Nos sentamos y me hizo apoyar mis piernas sobre las suyas. El contacto era tan cercano que podía
sentir la dureza en su pantalón.
– ¿no querés ir a buscar otro que te la chupe? Mirá que no hay drama.
– Nah, estoy bien con vos ¿o querés que me valla? me dice mirándome a los ojos.
Su mirada era un desafío. El juego no era sexual, era de poder.
– Yo también estoy bien, pero seguro tenes ganas que te la chupen y a mí eso no me cabe y menos acá.
- Podemos buscar otro que lo haga.
Él no estaba bromeando cuando propuso que alguien más lo hiciera. Me di cuenta cuando un flaco, q
ue nos observaba con descaro, se acercó. Yo mismo lo llamé con un gesto, casi probando hasta dónde
llegaba esta locura.
Entre todos que estaban ahí, un flaco nos queda viendo por como estábamos sentados, asi que le hago seña para que se acerque
mientras me acomodaba bien para que él pudiera sentarse entre nosotros.
- Acá mi amigo anda con ganas de una buena chupada de verga ¿te cabe?
- Obvio, respondió mientras le entró a amasar la verga a Nico y este se reía.
- Vamos más para allá, dijo Nicolás señalando un lugar con más espacio y más oscuro.
Mientras eso pasaba, Nico seguía besándome. No parecía importarle el tipo que lo atendía abajo, era
como si sólo existiera yo. El contraste era brutal: sus labios suaves sobre los míos mientras otro
trabajaba entre sus piernas con devoción, hasta que el pibe empieza a buscar mi pija.
- No, todo bien, pero chupásela a él nomás, le dije.
- No me dijiste tu nombre, preguntó Nico mientras hacíamos una pausa.
Con los labios ardidos por el roce de su barba, le contesté:
- Me llamo Fede.
- Fede… repitió mi nombre como si lo estuviera saboreando.
Habremos estado como 15 minutos hablando de un montón de cosas hasta que el pibe que le chupaba la pija a Nicolas nos
pregunta:
- ¿Ustedes se conocieron acá?
Nos reímos y le dijimos que sí, que habíamos pegado onda como para ser amigos.
- No van poder ser amigos si se comen así, ustedes van a terminar en algo.
Dicho eso, se dedicó a sacarle hasta la última gota, dejando a Nico con un orgasmo explosivo que
bañó la cara del desconocido. Apenas terminó, desapareció entre la multitud, como si nunca hubiera
existido.
Quedamos solos, otra vez enredados, besándonos más lento, más profundo, como si la violencia inicial
se hubiera transformado en un raro tipo de ternura.
-Me tengo que ir, mis amigos me esperan abajo. ¿Me pasás tu Instagram?
¿Cómo negarme? Se lo di. Me besó una última vez y se perdió en la multitud como una sombra.
Cuando llegué a casa, el amanecer ya estaba clareando. Dormí hasta la tarde, con la sensación pegajosa
de sus besos, que puso mi verga al palo y mojada. Desperté con la duda de si lo que había pasado era
real o sólo un sueño húmedo demasiado vívido. Hasta que el celular vibró y apareció en pantalla:
"pendejosaaavedra te ha enviado un mensaje. 1 min"
